domingo, 14 de marzo de 2010

Víctor Mira: dolor y creación

Víctor Mira (1949-2003) Pintor, grabador, escultor y escritor autodidacta, aunque también se debe destacar sus incursiones en el teatro, la fotografía, la cerámica y sus trabajos en carteles, libros, objetos y otros proyectos. En su obra de gran carga expresionista cohabitan figuración y primitivismo.

En la década de los ochenta, su obra se centra en la temática de naturalezas muertas donde el protagonista es la calavera sobre un plato o una mesa.

En 1985 Víctor Mira comienza la serie Estilitas, a partir de entonces su actividad expositiva es muy intensa, mostrando su obra por salas y galerías de prácticamente todo el mundo.

Su trayectoria tanto nacional como internacional se refleja en la multitud de museos y colecciones privadas y estatales que poseen obra del artista. Muere con tan sólo 54años víctima de un suicidio. En 2003 fue elegido como el mejor artista de la Feria de Arco.
Naturaleza muerta, 1984, Xilografia, 83x60 cm.

Beethovensinfonía, 1994, Aguatinta y carborudum, 47 x 68,4 cm.

Pájaro solitario, 2000, Grabado a color, 44x123 cm.

Petenera, 1998, Técnica mixta sobre tela, 50x40 cm.

Artista del dolor y el sufrimiento, Víctor Mira es autor de esta hermosa carta en la que reflexiona acerca de la creación artística y el dolor:

Mönchen, 26 de Septiembre de 1990

Karl, el sobrino de Beethoven, escribe a su tío: “Querido padre: puedes estar seguro de que el dolor que te he causado me hace más daño a mí mismo que a ti. La congoja me ha vuelto sobrio. Hasta ahora no he comprendido lo que he hecho. Pero si pensase que tú crees que yo he hecho esto con intención, no tendría consuelo. Ha sido la borrachera. Si me perdonas, te prometo no beber una gota más de vino para no caer otra vez en semejante estado. Pero me aflige muchísimo que puedas tener una idea así de mí. ¿Qué hombre sería yo si tuviera intención de hacerte sufrir?”.

Karl, lo sabemos a través de su confesión, es el horrible asunto de Beethoven y aquello a lo que la sociedad tiende, cuando olfatea al enemigo. Pero los artistas deben de estar a la altura de su vocación y aceptar la tragedia. Por eso, Beethoven, cuando contesta a la carta de Karl, lo hace nada menos que con la MISA EN RE.

Por lo tanto, el sufrimiento y el dolor no elaborados no son nada, y menos arte. Como tampoco es muerte todo aquello que se va. Ni la locura sin elaborar, pensamiento. Porque el sufrimiento y el dolor son pasajeros y mutables y el arte es eterno y no cabe en el cosa alguna transitoria. Como seres humanos, el sufrimiento y el dolor al parecer nos pertenecen, pero el artista por mucho que lo padezca, ha de tratar el dolor como a un objeto, si usted quiere, soberano. Tiene que pasar a través de ese dolor para llegar a ese otro dolor que lo hace, en un sólo instante, ser amigo de Dios y del arte. Sólo entonces puede mirar al dolor y amenazarlo de muerte, es decir: no sufrirlo. Es entonces cuando el artista, sin pasiones, sin dolor, sin corazón (que es donde habita el demonio) y limpio de turbaciones, va más allá de sí mismo, del dolor y de la muerte, para situarse en ese espacio vacío, silencioso y ser testigo de todo. Todo gran arte es frío, congelado y altamente elaborado. Porque un hombre cualquiera, con su dolor, sólo hace cualquier cosa y de todos es sabido, que Van Gogh, con su dolor no hizo cualquier cosa, porque él no era cualquier hombre. Así que hizo algo que nos afectó a todos.

Se habla del sufrimiento y del dolor ¿Pero de qué sufrimiento y de qué dolor? Porque hay aquel dolor causado por la mirada de los otros. Aquella mirada que nos deforma y nos constituye en algo que no somos. Así que esto nos causa sufrimiento. Dolor es, también, aquel dolor sabio que debe observar reglas no permaneciendo ocioso ni en tiempos de paz, haciendo que la grandeza de un artista dependa en parte de la capacidad que tenga de albergar dolor. Pero el arte no se nutre sólo de dolor, aunque sí es su néctar, también se nutre de odio y todos aquellos que consideren el odio despreciable y el dolor algo digno, están fuera del arte. Sólo la moral del hombre contrae obligaciones y compromisos, mientras el arte permanece en un orden diferente, más allá de nosotros. Un artista no debe tener otro objetivo, ni otra preocupación, que apropiarse del arte, o mejor, ser espacio vacío donde el arte se suceda. El artista que no lo consigue, lo hace a ojos del arte despreciable.

El arte no es razonable. No obedeciendo, ni de buen ni de mal grado, a quien no es virtuoso. Tampoco el sufrimiento y el dolor se dejan gobernar por artistas incapaces. Para que el dolor sea arte, tiene que tener algo que dé vueltas, digo en la cabeza, y sea posible almacenar también allí. Lo contrario, es un reflejo automático que responde al sufrimiento o al dolor, sin pasar, por lo que todos los grandes artistas han tenido, es decir: un silenciador. Con esto, le digo a usted mucho, porque el arte muchas veces debe de ser inapreciable para ser efectivo. Un artista siempre está indefenso y cuando es golpeado por las nuevas ideas, siempre es derribado al suelo. La sensación que se siente en ese instante se puede describir como desconcertante. Porque lo nuevo se comporta al principio como una puñalada que te penetra violentamente y sólo días después de haberla recibido, empieza a doler. Es sólo por esto, por lo que muchos artistas pierden el conocimiento, aunque si observamos sus pupilas seguirán pareciendo normales.

La confusión en esos momentos es absoluta, porque es imposible ver algo en el momento del destello de la idea. Uno sencillamente no ve nada, aunque imagina haber visto mucho. Las gesticulaciones, de producirse han de hacerse de espaldas al público, hay que evitar el espectáculo en el que se sacian los mirones.

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