martes, 23 de marzo de 2010

El grito

La influencia de la vida de Munch (1873-1944) en su obra fue decisiva, y es que este pintor noruego, de formación autodidacta y familia humilde, vivió momentos difíciles en su infancia: vio morir de tuberculosis a su madre cuando él tenía cinco años y a su hermana cuando tenía catorce. Éstos fueron los agravantes de una vida llena de insatisfacciones: el fracaso ante las mujeres, el desagrado de una sociedad parisina aburguesada y excesivamente mercantil, sus problemas con el alcohol, etc. Todo esto, junto a su carácter depresivo e introvertido, le llevó a refugiarse en sus cuadros, en los que reflejaba sus traumas interiores.
El grito sería la culminación de este sentimiento trágico de la vida. A partir de ahí exploraría la mente humana, sus preocupaciones y emociones. Por ello, sus temas, de una intensidad subjetiva enorme, intentan reflejar no sólo sus ansiedades, sino las de todas aquellas personas que “respiran, sienten, sufren y aman”, como él.

1893. Óleo, temple y pastel sobre cartón. 89 x 73,5 cm. The National Gallery. Oslo. Noruega.


"Caminaba yo con dos amigos por la carretera, entonces se puso el sol; de repente, el cielo se volvió rojo como la sangre. me detuve, me apoyé en la valla, indeciblemente cansado. lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado. Mis amigos siguieron caminando, mientras yo me quedaba atrás temblando de miedo, y sentí el grito enorme, infinito, de la naturaleza"

Así describió Munch el momento que dio origen a El grito, la obra más famosa de un ambicioso ciclo de pinturas. En esta serie pretendió expresar, con un lenguaje nuevo, sus experiencias sobre el amor, la enfermedad, la muerte y la naturaleza, constantes temáticas en su obra.
En El grito podemos ver cómo una figura humana, situada en el centro, se tapa los oídos en un gesto desesperado de angustia. Su rostro, que recuerda a una calavera, y su cuerpo, están completamente deformados, como también lo está el espacio que lo rodea. Pero esta figura no está sola: un poco más atrás hay dos personas de negro, anónimas, que intensifican la inquietud de la escena. Todo tiembla ante ese grito, todo se desfigura porque forma parte de una realidad interior. El artista ha reproducido su vivencia de una forma completamente subjetiva, haciendo que nosotros oigamos también ese grito. Así expresa hasta qué punto las emociones determinan por completo nuestra percepción del mundo.

El grito como icono

A finales del siglo XX, El grito adquirió estatus de icono cultural que comenzó en el período post-Segunda Guerra Mundial.

En 1961 la revista Time utilizó El grito en la portada de su edición dedicada a los complejos de culpa y a la ansiedad.



Entre 1983 y 1984, el artista pop Andy Warhol realizó una serie de estampaciones en seda sobre las obras de Munch, que incluían El grito. La idea fue desacralizar la pintura devaluando su originalidad y convirtiéndola en un objeto de reproducción en masa.




El grito, Andy Warhol, 1984 Serigrafía de polímeros sintéticos sobre tela, 132 x 96.5cm

Característico del arte posmodernista es el irónico e irreverente tratamiento que realiza Erró de la obra cumbre de Munch, en sus acrílicos El segundo grito y Ding dong.


El segundo grito, Erró, 1967 Acrílico sobre lienzo 75 x 85 cm.




Ding dong, Erró, 1979, Acrílico sobre lienzo, 140 x 130 cm.

Oswaldo Guayasamín realizó este Grito dentro de su serie la edad de la ira.

El Grito I, Oswaldo Guayasamín, 1983, Óleo sobre tela, 130 x 90 cm.

El muralista norteamericano, Robert Fishbone, descubrió un filón en el mercado cuando, en 1991, comenzó a vender muñecas inflables con la figura central de la obra. Su compañía vendió cientos de miles. Los críticos señalan que, al sacar la figura de contexto (el paisaje), Fishbone ha destruido la unidad de la obra de Munch, neutralizando, de este modo, su fuerza expresiva.



La reproducción de la obra en toda clase de productos, desde camisetas hasta tazas de café, cerámica, pósters, llaveros, etc., da testimonio de su status como icono, así como de la completa desacralización para el público actual.














Como una de las escasas obras de arte moderno que son instantáneamente reconocidas, incluso por gente que conoce muy poco sobre arte, El grito se ha utilizado en publicidad, dibujos animados y televisión.
























En esa misma línea, se puede comparar con otras obras de arte, convertidas también en iconos, como la Mona Lisa de da Vinci.


El grito es una obra con gran fuerza emocional, y la banalización de la imagen en la cultura popular se puede interpretar como el intento de desactivar el sentimiento de incomodidad que, inevitablemente, provoca en el espectador.

1 comentario:

  1. Considero que en realidad la ridiculizacion de una obra como esta es un acto de autoindulgencia y autonegacion.

    Me gusto el Segundo Grito de Erro, que expresa graficamente el temor a la guerra.

    Saludo =D

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